“Adiós” no es una palabra mágica que borre la memoria. Después de pronunciarla los recuerdos continúan...
Por Shon José. Locutor de "Haz lo que quieras".
“Adiós” no es una palabra mágica que borre la memoria. Después de pronunciarla, siguen los recuerdos que, sin tiempo, encapsulan minutos, días, años, instantes o eternidades. En este sentido entiendo que a lo que yo llamo eternidad no es sinónimo de “para siempre” o “por los siglos de los siglos”, sino más bien es un “hasta no sé cuándo”. Mi recuerdo eterno de ti es algo que se manifestará indefinidamente. Porque esas imágenes que brotan al mínimo estimulo, ya sea de un color, de un olor, de un objeto, de una nube, de una calle o de un vacío, es algo que no controlo y, siendo sincero, no quiero controlar. Es entonces cuando en silencio y en mi mente digo: aún te extraño.
“Adiós” indica cuenta nueva, pero no siempre un borrón. Después de la tormenta, además de la calma, queda la humedad, a veces quedan desastres causados por la fuerza propia del agua o de las lágrimas. Con lo que queda hay que hacer algo. Rescribir las cosas. Por eso, en estas palabras te re-escribo. No hay borrón, aun puedo reconocer costumbres que nacieron a partir de aquello de lo que viví contigo y por ti. Las costumbres son disciplinas, repeticiones que pueden ser modificadas, pero debajo de esas nuevas formas late tu sonrisa, tu aroma, tu presencia. Desde que te dije “adiós”, tu mirada pulsa cuando veo muchas cosas sin saber si corres por mi vista o por las cosas. Sea como fuere, he de confesar que aún te extraño.
“Adiós” es una palabra, una meta, una hipótesis, una ruta, un intento, un esfuerzo.
Es meterme en lo más profundo de mi conciencia y dar con lo que me quedé de ti. Y con eso crear un solo conjunto para ordenarlo, agruparlo, apartarlo, ponerlo entre paréntesis. Y luego lanzar unas cuantas preguntas, aunque no haya respuesta. ¿Cada cuándo te recuerdo? ¿Qué objetos, cosas o personas me “hacen” recordarte? ¿Por qué te recuerdo? ¿Quiero recordarte cada vez menos? ¿Anhelo una amnesia de ti? A esta última pregunta no le hallo una respuesta congruente, porque, por un lado, no quiero, pero por el otro está más que claro que he querido no recordarte más, sobre todo cuando me dolía tu ausencia. No era tu ausencia, era mi dolor. No eras tú, era yo. Ahora, después de algunos berrinches, de algunos gritos, de algunos ateísmos, afronté tu ausencia, o mejor dicho, acogí la presencia más digna y hermosa: la mía. Y descubrí que en la belleza de mi presencia estaban algunas interpretaciones que yo hice de la tuya. Por eso, recorrí el camino de ese “adiós” que pronunciaste por mí. Tan bello soy que puedo decir que aún te extraño.
“Adiós” es la palabra que susurro después de caminar, de sudar, ya sea por la piel o por los ojos, después de que tu recuerdo sea la historia que escribo y no el impulso que me descontrola. Muchos le llaman “superarte”, otros “integrarte” y ya los más mensos dicen “olvidarte”. No lo sé. Te quiero tanto que soy incapaz de tratarte en mi mente como un objeto, como algo ajeno.
Te quiero tanto que incluso te amo.
Y eso es algo de lo que interpreto como amor: construirme a conciencia, según una ruta y con unos cuantos ladrillos. Algunos de ellos eres tú. Ladrillos que aún no se cuecen, que aún están en proceso de ser ladrillos para que este hermoso ser baile. Por eso afirmo que aun te extraño.
“Adiós” es parte de la calma después de un huracán. Pero solo después y en parte. No al principio porque, al pronunciarlo en ese momento, podemos engañarnos, podemos creer que es solo escupir con nuestros labios una decisión. Podemos incluso creer que “cero contacto con esa personas o realidad de la que nos despedimos”, que el silencio o el bloqueo es suficiente. El “adiós” implica, antes de ser pronunciado, una serie de acciones que lo hagan realidad. Las palabras más importantes rebasan la escritura y la pronunciación. El “adiós”, aunque sea la primera idea en la cabeza, es la última palabra que se pronuncia después de todo un recorrido interior y exterior. Sin embargo, la memoria queda viva, la memoria sin veneno, la que es sonrisa y acogida de la historia personal. Por eso digo que aun te extraño.
“Adiós” es una idea que lleva un poco de “hasta pronto”, por aquello de la esperanza y por de la pequeñez del mundo. Tengo la esperanza de un día verte y darte un abrazo, un saludo, una sonrisa. Aunque no tenga la esperanza, existe la posibilidad de que en algún momento nos encontremos y aquel “adiós” se convierta en un “hasta pronto”. En este mundo tan pequeño no seria raro que te encontrara. Ahora bien, ese “hasta pronto” no supone una continuación que anula el “adiós”, no, solo un instante más, tal vez aislado, tal vez parte de algo más, tal vez algo muy semejante a la nada. Y justamente porque sé que me cruzare de nuevo contigo, hasta entonces diré que te extraño.
No es extraño que te extrañe, sino lo raro sería verte como un alguien extraño, como un cero a la izquierda. Como una nada, aunque la nada no exista.
Ahora mismo, no eres un virus o una bacteria que mi sistema inmunológico quiera atacar, no. El virus o la bacteria son otras cosas en mí que no quiero trabajar. Tú solo eres tú, y en ese acto tan obvio y profundo interactué contigo, intimé contigo, contigo en mí, y por eso has quedado como una parte de mi historia, una parte que, por cierto, también me inventé.
Cuando digo que aun te extraño, no solo digo que extraño tu voz, tu aroma, tu cuerpo o tu mirada; también, y sobre todo, digo que no he podido ser-yo como cuando lo era contigo. Y esto no significa que ahora no sea-yo, lo soy, incluso me gusta mucho lo que soy sin ti. Significa, pues, que has sido irrepetible, incomparable e inigualable. Por mucho que haya ganado, mi mundo sí perdió algo importante cuanto me dijiste adiós. Por eso aún te extraño. Por eso mismo ya no vuelvas, aunque lo desee. Aunque en el fondo de mi corazón escuche tu voz.
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